Después de un pequeño parón debido a los numerosos trabajos que he tenido que realizar con respecto a mis estudios, me lanzo a reflexionar sobre un tema que se encuentra siempre en las pistas de baloncesto; pero aun más, no sólo en baloncesto sino en cualquier deporte:
«se juega como se entrena».
Benditas palabras que un día se le ocurriría pronunciar a un entrenador y que poco a poco se ha ido extendiendo a la gran mayoría de estos. Debido a los estudios que finalizo este año, mis análisis siguen yendo por encima de estas «frases hechas» que se generan en el ámbito del entrenamiento; nos enseñan a cuestionar todo lo que encontramos y a contrastar desde un punto de vista científico, las afirmaciones que se producen en ámbito profesional, y así poder sacar nuestras propias conclusiones.
Un día comencé a reflexionar y a cuestionarme esta expresión…»se juega como se entrena», una afirmación que recae totalmente sobre los jugadores, achacando normalmente que el nivel de intensidad del entrenamiento no está siendo acorde con la competición y, esto, resultará negativo para el equipo.
Os propongo darle la vuelta a la expresión y cambiarla por la siguiente:
«se entrena como se juega»
Si lo analizas por un instante, verás que esta frase ya lleva otra connotación, esta frase deja de enfocar al jugador, en el «se juega», pasando a poner el foco en el «se entrena» y así pasar a incidir en el entrenamiento, en la responsabilidad que recae en el entrenador.
Según vengo abordando en publicaciones anteriores, el entrenador debe ser capaz de realizar un análisis previo de las necesidades del equipo a nivel colectivo e individual de cada jugador. A partir de ahí crear un proceso de intervención, que será el entrenamiento, y finalmente, una evaluación final que se verá reflejada en la propia competición.
Quizás muchos de los problemas se generen durante el proceso de intervención de creación de las tareas. Según describía en el anterior post sobre criterios de calidad de las tareas, los ejercicios deben tener la máxima similitud y transferencia al juego real. Expuse en ese mismo post un artículo científico sobre como modificaban la tarea de un ejercicio del contraataque de 11.
Los entrenadores debemos ser capaces de plantear ejercicios a partir de la definición previa de objetivos. Ejercicios reales que tengan transferencia al juego. A partir de esta premisa tendremos mucho terreno ganado porque las exigencias demandadas de los ejercicios resultarán muy parecidos a la competición y cuanto más lo practiquen en dichas condiciones mayor oportunidad de éxito.
Y dicho lo anterior, tampoco puede recaer en nosotros los entrenadores toda la culpa. Puede ser que algunos jugadores no tengan una buena predisposición y la actitud apropiada para realizar y aprender en esos ejercicios que nosotros diseñamos buscando que tengan gran transferencia al juego real. Para ello están los recursos metodológicos de intervención en el entrenamiento que el entrenador poco a poco con sus años de experiencia deberá ir puliendo y llegando a dominar.
Es una reflexión realizada para todos los entrenadores, no sólo de baloncesto, necesitamos formarnos correctamente para realizar un buen papel en el entrenamiento deportivo.
¡1, 2, 3...P.A.R.E.D.!
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